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Segundas oportunidades

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   La imagen es de pixabay de chenspec A veces pienso que me equivoqué, que tomé la decisión incorrecta cuando decidí abandonarlo todo por Carlos. El chico de los ojos negros. Podría haber viajado a Estados Unidos con mis padres, tal vez mi vida hubiera sido completamente distinta. Miro a mi alrededor y solo veo soledad. Carlos y yo lo dejamos hace unos meses. Tuve que marcharme de nuestro piso y ahora vivo con una amiga que me ha acogido durante un tiempo. —¿Vero, vas a viajar con tus padres a Estados Unidos? —pregunta Clara mientras se pinta las uñas. —¿Debería? —Tengo muchas dudas sobre qué hacer ahora mismo. ¿Podría descubrir qué hubiera pasado si me hubiera ido con ellos en aquel momento? ¿Lo haría si me fuera ahora? Me siento en la cama con las piernas cruzadas como si fuera a meditar y cierro los ojos un momento. Este gesto no me sirve de mucho, así que resoplo y los abro de nuevo. —Yo sí que lo haría, lo único que puedes perder si lo haces, es tu trabajo y créeme, es una mierda

La primera vez que me pasa esto… (erótico)

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Bailo como un poseso, trato de no pensar en nada, desde que se fue, no soy un hombre racional. —Hola… —La voz femenina traspasa mi piel atravesándome. Al darme la vuelta veo a una chica morena bailando, ¿habrá sido ella? Su sonrisa traviesa me da a entender que sí, luego se inclina un poco hacia mí y susurra: —¿Estás solo? Asiento, aunque me da la sensación de que estoy poniendo cara de tonto. Su cuerpo se mueve al ritmo de la música, sensual, atrevido, casi perfecto. Mi cuerpo se tensa, cada músculo se aprieta bajo mi piel ya de por sí tensa. Su melena negra y lisa se mueve al ritmo de su cuerpo. Me doy la vuelta, no estoy de ánimos para empalmarme, solo quiero bailar. Doy un par de pasos hacia delante tratando de alejarme, pero mi mirada traidora se clava de nuevo en la suya. —¿Nos conocemos? —pregunto, más por decir algo que porque me interese. —No, pero nunca es tarde. —Guiña un ojo y luego se aleja de mí en dirección a la barra, su pelo se columpia rozando sus caderas y me he qued

El espejo

Estaba de pie frente al espejo. Su semblante era serio. El rato que llevaba mirándose, comenzaba a deformar sus rasgos. Ahora mismo solo era un amasijo de carne y piel.  Hacía más de un año que no iba a la peluquería y los niños la absorbían completamente, hasta el punto en que ella misma le rehuía al espejo.    Aquella mañana, sin motivo aparente, estaba mirando su propio reflejo. Tiró de una de sus mejillas en un pellizco, luego de la otra, arrastró los dedos por la frente y por último se detuvo a observarse.     ¿Cuánto tiempo llevaba ahí de pie mirándose?    Metió la mano en el cajón y sacó unas tijeras. Mientras empezaba a cortar con rabia mechones aleatorios de pelo. Iba viéndolo caer en el lavabo. Cuando no quedó más que cortar, se descubrió llorando, demacrada, con ojeras, agotada y ahora castrada en cuanto a pelo se refería. ¿Quién era esa mujer que la miraba desde el otro lado del cristal?    Se enfundó un gorro de lana, su ropa más amplia y cómoda y cogió el bolso para salir